27 de julio de 2008

Inconsciente

La primera vez, todos acudieron alarmados y asustados a mi auxilio. Mi madre, al borde de un desmayo, suplicaba que no lo hiciera y un par de hombres del pueblo lograron disuadirme de llevar a cabo mi plan. La semana siguiente sucedió algo similar. Una cantidad importante de gente se reunió a mí alrededor y consiguieron una vez más que renunciara a mi designio. Ya a la tercera vez la multitud disminuyó considerablemente y el suceso no llamó mayormente la atención del pueblo. El resto de las veces han sido más bien solitarias. Tan solo mi madre me acompaña y se sienta unos metros más atrás esperando a que desista y regrese con ella a casa.
Cada vez que camino hacia el borde del acantilado, voy envuelto de una fuerza inigualable. Me convenzo de que esta vez la grandilocuencia de aquel mar soberbio y agresivo dejará de intimidarme y lograré de una vez por todas penetrar esa masa profunda y abrasadora. Pero siempre ocurre lo mismo. Me paro en el borde, con la punta de los dedos percibiendo el abismo infinito y aterrorizante. Entonces, el miedo vuelve a apoderarse de mí y me quedo perplejo, sin saber que hacer, avergonzado hasta lo más íntimo. Luego de unos instantes soy capaz, una vez más, de admitir mi repugnante cobardía y preso de la desdicha regreso como un niño temeroso donde mi madre. Es en ese momento cuando comienza la tortura otra vez. No consigo alejar de mis pensamientos la imagen del agua inundando todo mi ser, recorriendo voluptuosamente mis carnes y permitiéndome al fin reposar en sus profundidades. Los días y las noches son una misma cosa. Durante el día observo con deseo desde mi habitación las olas abrasadoras. Por la noche, en mis sueños, el mar se escapa de mis entrañas, me rebalsa y luego me ahoga dulcemente en sus aguas oscuras. Así continúa mi agobiante lucha durante la semana hasta que vuelvo a encontrarme en el mismo lugar, esperando con toda mi alma vencer aquel horrible temor.
La última vez fue distinta. Desperté temprano en la madrugada, agitado, luego de un sueño en donde decenas de ballenas enormes parecían invitarme a unirme a ellas en las profundidades. El deseo se hizo incontrolable, ahogante, doloroso. C reo que en ese momento supe que no había vuelta atrás y que finalmente me encontraba preparado.
Salí silencioso, intentando controlar mi respiración, para no despertar a mi madre. Corrí sin parar hasta llegar al acantilado. Al encontrarme a tan solo unos cuantos centímetros de la violenta inmensidad, me detuve. Constaté por última vez el incendio de mis entrañas, consumiendo hasta el último indicio de vida. No lograba percibir la línea divisoria entre la superficie y el interior más oscuro de las aguas. Ya éramos uno, ya nada rompería tan perfecta unidad. Miré hacia atrás en el último instante y pude penetrar los oscuros ojos de mi madre. Sonreí orgulloso y satisfecho. El placer infinito terminó de poseerme y mis pies por fin se despegaron del suelo, dejando a la gravedad cumplir de una vez por todas, su misión conciliadora.

2 comentarios:

IgNacho dijo...

la rajaaaaa
me gusto caleta'
que haci donde escribi que comi?
aaaaaaaahhhh
me ire a reflexionar y luego leere el resto
un beso

IdeandoAcción dijo...

ES COMO SI LUC BESSON EN LA PELI "AZUL PROFUNDO", HUBIERA MATADO A SU ACTOR PRINCIPAL DESDE SU INFANCIA, Y EN EL FONDO FUE ASI, ONIRICAMENTE FUE ASI, TAL CUAL COMO LO HAS EXPUESTO EN "INCONCIENTE". SOBRE TODO CUANDO ESTA EN SU HABITACION Y LAS BALLENAS LE INVITABAN A LAS PRFUNDIDADES. EN "AZUL PROFUNDO", LO INVITABAN DELFINES. EXTRAODINARIAMENTE HERMOSO TEXTO EL QUE HAS ESCRITO. SALUDOS.